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Tacuarembeau, Introducción

by Virginia Lucas
Translated by Jen Hofer

Original Language

El día que llegamos a Tacuarembó no conocíamos las calles. Las plazas estaban dispuestas en línea recta, y la ciudad trazada por este eje, se nos abría a los lados de la avenida como una pluma.

En el Club Tacuarembó, una señora rubia nos abordó apenas unos minutos antes de la presentación del libro. Hablamos. Era chiquita (llevaba puesto un tapadito gris apretado, sobre él sostenía un collar de perlas, y cierto olorcito al recuerdo inventado de mi abuela).

-Vamos, vamos a conocer a la Vicepresidenta de la Nación Charrúa -me dijo- y se rió. Yo la seguí pensando en las palabras democracia, Nación y estado de Uruguay (me acordé del libro de Ares Pons). Súbitamente, se me cruzó el recuerdo de los charrúas cortándose una falange…Tras la sugerencia de la señora rubia busqué a la india (o a mi impresión de ella).

Recorrí el salón, las sillas de plástico blanco y un cuadro instalado en el fondo de la pared celeste del espacio. El cuadro representaba a una joven de pelo largo y lacio, vestida de blanco. Ella sostenía una paloma en su mano, por detrás del cuerpo, podía verse una cara en forma de sol. La joven del cuadro de perfil, no se parecía al rostro recto que me hablaba:

-Mucho gusto -le dije-.

-Encantada- me dijo una cara pálida con cara de vasca y mirada hosca (“taciturna” diría hoy, repitiendo de memoria lo aprendido en la escuela sobre la mirada de los indios). Eso sí, tenía el pelo lacio peinado a dos aguas.

-Hablamos. Le conté de un trabajo realizado en facultad sobre Salsipuedes unos años antes (tampoco tantos); yo sabía que la Nación Charrúa existía porque había visto calcomanías pegadas en varios termos con ese nombre, e impreso sobre ellas, el dibujo de unas “boleadoras”.

Rápido, y antes de darle tiempo a que me contestara añadí: -otra de mis compañeras es charrúa- y la señalé. Tuvo un hijo que nació con una mancha azul en la espalda. Cuando el niño nació, el doctor le dijo que la mancha era mongoloide, y charrúa -añadí-.

La señora rubia, la del tapadito gris fue rápida a buscar a la bajita “charrúa” que había señalado para presentarla ante la Vicepresidenta de la Nación. Mientras, la mandataria me preguntaba a mí, por el origen de mi familia.

-Como puede ver, mi color verde aceituna es moro, viene de mi abuela Nefer, aunque en algún punto no sé más y el árbol se nos corta…- le dije.

-Allí -me dijo con mirada y voz también taciturnas- allí donde el árbol se corta, y hay un signo de interrogación, ese signo de interrogación puede indicar tu ascendencia india -y charrúa –añadió.

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Los nombres no asidos, los no registrados. Los cuerpos extraviados en una ciudad lejana, Tacuarembeau, como el filamento inconcluso de aquella tradición ignorada cuyo rastro enciende en Nefer las mejillas, y refrena el deambular inconcluso en el monte de unas sombras. Es un lenguaje no aprendido que no distingo, pero escucho aspirado en el verdor de la anacahuita y de los espinillos de esos montes. No son cruceras las que aspiran esos sonidos, estas cruzan rápido por las piedras asustadas por las sombras: Batoví o Iporá ignoro tu seña, tu mancha mongoloide.

Mi padre me desapareció de un espacio treinta años, a mi hermano lo desaparecieron ocho (desde el 72)… La historia de las formas que hemos sido sin idea de sustancia, sin sombras; algunas no recordadas por no conocidas (esas que no volverán), acaso te dejen una seña:

-Pero recuerda, recuerda tu discapacidad, recuerda los sonidos aspirados de medias metáforas llevándote al monte sobre la piragua… Rememora la coma irrealizable del gesto desapercibido, acaso tu propia redención leída en las perlas de un tapadito gris, sobre el que una señora rubia llamada “Patria” recuerda el monumento de la plaza, la cuadrícula de un casco antiguo, el centro de un círculo sobre el migrado sonido de la ciudadanía que se repite, invulnerado hoy, en la repetición de las plazas de los pueblos y de sus héroes:

NO TE OLVIDES: los hombros levantados, aunque la discapacidad te impida levantarte apoyado en la silla de ruedas. Di tu verdad como chingado, como perra parturienta y deja la panzocracia del muro de los lamentos.

Tú no eres Maldoror, dignifica esa idea.

Virginia Lucas was born in Uruguay in 1977 and is a poet and editor. Among other books, she has published: Épicas Marinas (Artefato, 2004), No es de acanto la flor en piedra (Lapsus, 2005), Muestra de cuentos lesbianos (Trilce, 2010), and Orsai: género, erotismo y subjetividad (Pirates, Mvd., 2008). Jen Hofer’s translation of her book Amé.RICA (tu valor de cambio) will be published by Litmus Press in 2019. English-language versions of her poems have been published in Aufgabe, Drunken Boat, HarrietJai-Alai, NACLA Report on the Americas, the Offending AdamTripwire, and Tupelo Quarterly.

Jen Hofer is a Los Angeles-based poet, translator, social justice interpreter, teacher, knitter, bookmaker, public-letter writer, urban cyclist, and cofounder of the language justice and language experimentation collaborative Antena and the local language justice advocacy collective Antena Los Ángeles. She publishes poems, translations, and visual-textual works with numerous small presses, including Action Books, Atelos, belladonna, Counterpath Press, Kenning Editions, Insert Press, Les Figues Press, Litmus Press, LRL Textile Editions, NewLights Press, Palm Press, Subpress, Ugly Duckling Presse, and in various DIY/DIT incarnations.

FROM Volume 68, Number 1

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